Seminario sobre las Siete Iglesias del Apocalisis
Parte 10
Por el pastor Rolando de los Ríos
¿Cómo están mis alumnos? Espero que despiertos y se hayan dado cuenta que dije en la clase anterior que hay cinco “R” en cada uno de los siete mensajes a las iglesias del Asia Menor a las cuales el Testigo Fiel y Verdadero, Jesús, envió cartas de amonestación mediante su siervo Juan. Los que estaban despiertos se dieron cuenta que no son CINCO “R” sino ¡CUATRO! Estas son: Reconocimiento, Reproche, Remedio y Recompensa. No hay misticismo en esto, es solo una simple curiosidad que nosotros usaremos como un valioso recurso nemotécnico para nuestro estudio. Es simplemente un recurso para poder recordar lo que estudiemos. En efecto, la iglesia de Éfeso representa también el primer período de la iglesia cristiana que cubre su historia desde el año 31, cuando Jesús fue crucificado y la iglesia se establece en Jerusalén, hasta la muerte de Juan, el último de los apóstoles, aproximadamente en el año 100. Es por eso que a este período se le llama “la etapa apostólica” o “la iglesia apostólica”. El significado de la palabra Éfeso es: “DESEABLE”. Fue un período de amor entre los hermanos aunque no faltó el ataque del enemigo con falsos hermanos y falsas doctrinas. La primera “R”, de RECONOCIMIENTO, es lo que leemos en Apoc. 2:2, 3 y 6. Allí el Señor reconoce el “arduo trabajo y paciencia” de los creyentes en ese tiempo. También menciona como enfrentaron movimiento disidentes, tales como los “nicolaítas”. ¿Quiénes eran estos? “Era una de las sectas heréticas que atormentó a las iglesias de Éfeso y Pérgamo y tal vez a otras. Ireneo identifica a los nicolaítas como una secta gnóstica: "Juan el discípulo del Señor, predica esta fe [la deidad de Cristo], y mediante la proclamación del Evangelio procura quitar aquel error que había sido diseminado entre los hombres por Cerinto, y mucho tiempo antes por los llamados nicolaítas, que son una rama de aquella falsamente llamada 'ciencia', a fin de poder confundirlos y persuadirlos de que sólo hay un Dios que hizo todas las cosas por su Palabra" (Contra herejías iii. 11.1). Hay también evidencia histórica de que más o menos un siglo después hubo una secta gnóstica llamada de los nicolaítas. Algunos padres de la iglesia que nos informan respecto a esta secta (Ireneo, Contra herejías i. 26, 3; Hipólito, Refutación de todas las herejías vii. 24), identifican a su fundador con Nicolás de Antioquía, uno de los siete diáconos (Hech. 6: 5). No sabemos si esta tradición relativa a Nicolás el diácono es correcta, pero la secta puede ser la misma mencionada por Juan. Los seguidores de esta secta parecen haber enseñado, por lo menos en el siglo II, que las obras de la carne no afectan la pureza del alma, y por consiguiente no tienen que ver con la salvación”. (CBA, 762) Estos “lobos vestidos de ovejas” hacían una obra de división dentro de la iglesia enseñando que Cristo no era Dios y, al mismo tiempo, confundían en lo que es mal o bien. Los cristianos fieles de ese primer siglo enfrentaron a estos enemigos disfrazados, con valor. Es por eso que Cristo los encomia. Pero también tiene para ellos un REPROCHE: “Has dejado tu primer amor”. “Este "amor" probablemente incluía un amor de todo corazón a Dios y a la verdad, y amor mutuo fraternal para sus semejantes en general (ver com. Mat. 5: 43-44; 22: 34-40).
Las controversias doctrinales suscitadas por los falsos profetas quizá habían dado lugar a un espíritu de división. Además, a pesar de los diligentes esfuerzos de muchos para contener la marea de falsas enseñanzas, una cantidad de personas que permanecieron en las iglesias sin duda estaban afectadas en mayor o menor grado por ellas. La actividad del Espíritu Santo como mensajero de la verdad (Juan 16: 13), con la tarea de convertir los principios de la verdad en fuerza viva para lograr la transformación del carácter (ver Juan 16: 8-1 l; Gál. 5: 22-23; Efe. 4: 30, etc.), fue estorbada en la medida que el error halló cabida en la iglesia. Además, a medida que morían los que se habían relacionado personalmente con Jesús y su testimonio dejaba de oírse, y al comenzar a borrarse la visión de la inminencia del regreso de Cristo (ver com. Apoc. 1: 1), la llama de la fe y la consagración ardía cada vez más débilmente”. (CBA, 763). Esto es una amonestación para nosotros hoy, ¿no les parece? ¿Será que los problemas de la vida nos han hecho perder el primer amor que teníamos cuando por primera vez llegamos a Cristo?
De esto seguiremos analizando la próxima semana.
¡Tengan todos un feliz año!
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