Seminario sobre las Siete Iglesias del Apocalipsis
Parte 27 (Basada en Apocalipsis 3:14 – 22).
Por el pastor Rolando de los Ríos
La causa del error de Laodicea.
En nuestra previa clase consideramos la tibieza de Laodicea. Tomando por base las fuentes termales que caracterizaban esta antigua ciudad, la iglesia cristiana, en esta final etapa, la nuestra, se caracteriza por la tibieza espiritual. ¿Cómo dudarlo? Usted se asombra al ver que aquellos que dicen creer en Jesucristo apoyan y practican lo que Cristo señaló como incorrecto. La religión cristiana del siglo XXI es nominal.
La gran mayoría de los que dicen ser cristianos no siguen la doctrina del humilde Maestro de Galilea. ¡Claro está, la Laodicea moderna es tibia. Mejor sería ser frío, porque el frío sabe su necesidad y puede buscar el calor espiritual, mientras que el tibio es aquel que cree que todo marcha bien cuando en realidad, todo marcha mal. Ahora veremos la causa de esa tibieza. El laodicense dice que “es rico”, que no tiene necesidad de nada. Pero la realidad es otra.
El orgullo producido por su prosperidad conlleva naturalmente a la complacencia espiritual. La riqueza no es mala en sí misma; lo que sucede es que las riquezas hacen que su poseedor se sienta tentado a ceder al orgullo y a la complacencia propia. Contra esos males la única protección segura es la humildad espiritual.
Los cristianos pobres en bienes terrenales se sienten ricos y colmados de bienes espirituales; sin embargo, se parecen a un antiguo filósofo que orgullosamente proclamaba su "humildad" usando un vestido desgarrado. El orgullo que les produce su pretendida espiritualidad, brilla a través de los agujeros de sus vestiduras.
El conocimiento de importantes verdades que sólo se han albergado intelectualmente, pero que no se permite que impregnen el alma, lleva al orgullo espiritual y a la intolerancia religiosa. Hasta la iglesia de Dios, poderosa en la estructura de su organización y rica con las joyas de la verdad, fácilmente puede llegar a ser intolerante en doctrina e inmoralmente orgullosa de sus riquezas de verdad.
La escritora cristiana del siglo XIX, Helen White dijo: "El pecado más incurable es el orgullo y la presunción. Estos defectos impiden todo crecimiento" (3JT 183-184). La iglesia de Laodicea no sólo afirma que es rica, sino que también comete el error fatal de considerar que estas riquezas son el resultado de sus propios esfuerzos (cf. Ose. 12:8). “De ninguna cosa tengo necesidad”.
El colmo de la jactancia de los laodicenses es que pretenden que su situación no puede ser mejorada. Este engreimiento es fatal porque el Espíritu de Dios nunca entra donde no se siente necesidad de su presencia; pero sin esa presencia es imposible que haya novedad de vida. El Señor le dice: “No sabes que eres un desventurado, pobre ciego y desnudo”. Esa es la realidad del que se jacta. El que no sabe, y no sabe que no sabe, casi no tiene esperanza.
La ignorancia de su verdadera condición, que caracteriza a los cristianos de Laodicea, es un agudo contraste con el certero conocimiento que Cristo tiene de la verdadera condición de sus iglesias, como lo refleja su categórica afirmación a cada una de ellas: "Yo conozco tus obras" (cap. 2:2, 9, 13, 19; 3:1, 8, 15).
El cuadro que aquí se presenta es diametralmente opuesto a la jactancia de la iglesia de Laodicea. No es rica ni necesita nada; en realidad es tan pobre que hasta le faltan ropas.
Aunque el cristiano de hoy, en su mayoría está equivocado en su apreciación de sí mismo, con todo, Dios lo ama y desea darle una oportunidad, un remedio. De esto trataremos en nuestra próxima clase, queridos alumnos!
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